Ha sido un camino largo, lleno de baches y de subidas, donde intentabas mirar para ver el final del camino, pero la densa niebla no te dejaba ver, ese sendero lo tenías que hacer pasito a pasito y con mucha paciencia para no tropezar, y conforme te ibas acercando, poco a poco la niebla iba desapareciendo y un radiante sol alumbraba el final del trayecto, después de tanto tiempo, casi no te lo puedes creer.
Tienes una sensación de libertad, te invade una gran emoción, quieres gritar y llorar de alegría a la vez.
Cáncer, cicatriz y huella
Durante el camino, me he cruzado con personas que estaban haciendo el mismo recorrido, luchando por sobrevivir. A la vez, gente que pasaba y te tendía la mano para ayudar a pasar los obstáculos, personas anónimas que ahora se han convertido en grandes amigos.
El cáncer te deja llena de cicatrices, interior y exterior. Las cicatrices de dentro con el paso del tiempo se irán curando, (aunque parezca que nunca se vaya a sanar), hay que aprender y trabajar tu interior, ya no somos la misma persona de antes de la enfermedad, somos otra más fuerte, tenaz y audaz. En cambio, la cicatriz de fuera, siempre estará, pero mirarla será una señal de victoria, un recuerdo de la lucha de una batalla vencida.
Cada vez que salgo de la ducha y me miro al espejo, lo primero que veo es la cicatriz, la acaricio muchas veces y me digo:
Estoy aquí, estoy viva. Por eso, no temas en mostrar tu huella, no tengas miedo en mirarla, es tu símbolo de victoria personal.
Proyecto fotográfico
Poco después de la radioterapia, tuve la oportunidad de participar en un proyecto de fotografía mostrando la cicatriz. Fue una gran experiencia, jamás pensé que haría algo así, pero todas las chicas que estuvimos en esa sesión fotográfica, con la misma enfermedad, nos sentimos modelos por un día, a pesar de nuestras cicatrices, no había vergüenza ni miedos, éramos mujeres sin complejos.
Gracias al fotógrafo Jordi Clopés y a la maquilladora Yasmina Tenorio, ese día aprendimos a querernos tal y como somos, esa experiencia vivida en el estudio, nos dio una inyección de energía y los posibles complejos desaparecieron. El poder compartirlo con otras personas que han pasado por lo mismo, te das cuenta de que no estás sola.
Aceptando la nueva imagen
Ese día vivimos muchas emociones, que son difíciles de explicar. Te sientes liberada por un lado y por el otro te ayuda a aceptar el distintivo que nos ha dejado marcado. Este proyecto fotográfico puede ayudar y a concienciar a mucha gente, ya que se muestra una realidad que no se ve, son duras, pero a la vez, hay fortaleza y optimismo. No son fotos de personas derrotadas, sino, somos gente mostrando fuerza y energía.
Mi hijo, la mejor medicina emocional
Días después volví al estudio para hacerme una foto con Marc, mi hijo. Él me ha dado el empuje para tirar adelante durante todo este tiempo. Y quería compartir con mi niño ese instante, inmortalizar el momento acariciando el estigma que llevo en mí. Una caricia, un beso, un abrazo… la mejor medicina emocional que puedes recibir,:
Como algo tan pequeño te puedo dar algo tan grande